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OVNI’s en el “Valle de los Espejos”

“El nitrógeno presente en nuestro ADN, el calcio de nuestros dientes, el hierro de nuestra sangre, el carbono en las tartas de manzana… todos fueron creados en el interior de estrellas que chocaron entre sí. Estamos hechos del material de las estrellas.”

Carl Sagan


El siguiente es un extracto del libro "Un ángel en la Plaza Independencia" que puedes adquirir aquí si deseas colaborar con nuestra labor:


Si alguien visita el río Santa Lucía, en sus altas barrancas apreciará una capa de óxido de hierro, delgada plataforma subterránea que se extiende por toda la ciudad. En sus arenas se han encontrado decenas de especimenes prehistóricos que datan de miles de años. Por ejemplo, se encontró el caparazón de un Gliptodonte con un peso de 600 Kg, siendo el mejor conservado del país. Precisamente, esa capa protectora lo blindaba y protegía de los depredadores de la época.

Ubicado en el departamento de Canelones, en Uruguay, San Ramón limita con el departamento de Florida por medio del río Santa Lucía, cuyas aguas provienen de las Sierras de Minas.


El año 1988 fue muy particular para los habitantes de esta localidad porque ocurrió un hecho insólito, aunque con precedentes: habían sido vistos en la zona OVNI’s que dejaron huellas en los campos cercanos al río Santa Lucia. En efecto, no era la primera vez que sucedían en San Ramón estos hechos de gran magnitud internacional.


Aunque más vecinos habrían tenido la oportunidad de ver extrañas luces en el cielo, el primer objeto fue visto por un niño de ocho años y su tío, causando asombro e incertidumbre a todos los habitantes en los días siguientes.


Distante a unos cuatrocientos metros de donde se dieron los primeros avistamientos en el año ochenta y ocho, mi barrio carecía hace sesenta y seis años, aproximadamente, del número de construcciones con las que cuenta en la actualidad. En él una familia, la mía, tuvo una experiencia extraña y sorprendente.


Con tres años de edad (año 1949), Mirta Cañellas, hija de Elena Acuña, fue visitada por sus abuelos una noche muy oscura, tal vez en enero. Como lo hacían habitualmente día por medio, esa noche llegaron con un farol en la mano y tomaron asiento en el patio trasero de la casa con una clara visibilidad al este. Con 69 años, Mirta aún recuerda claramente el alboroto de aquella noche inolvidable, aunque fue llevada apresuradamente a su dormitorio durante el extraño acontecimiento.


El fondo de la casa estaba totalmente descampado y por momentos podía verse alguna estrella reflejada en la laguna cercana. A la izquierda de la casa había una vertiente que abastecía de agua a la familia. De pronto, el padre de María Elena señaló hacia el terreno en el que había una casa y otras estructuras en plena edificación porque salía una luz brillante a unos 50 metros de donde se encontraban tomando mate. Aunque sorprendida, la familia trató de darle una explicación lógica a lo visto ya que era posible que los propietarios de la finca estuvieran de paso esa noche.

Actualmente, María Elena Acuña, una de las testigos de 93 años, oriunda de San Ramón, hija de Doña Gregoria Díaz y Don José Acuña y madre de Mirta, guarda recuerdos de los hechos ocurridos, gracias a que mantiene una lucidez envidiable y una memoria de elefante. (Libro publicado en septiembre de 2020)


- Abuela, cuénteme qué sucedió aquella noche – le dije una vez más.

- Sucedió que estábamos todos sentados afuera, conversando, y… mientras mi padre tomaba mate amargo… porque en los días de mucho calor la infusión amarga refresca el cuerpo…a eso de las diez de la noche empezamos a ver una luz que nos encegueció. Se veía clarito esa luz iluminando el interior de una casa y, aunque estuviera la puerta cerrada, podía apreciarse con detalles todo por dentro.

- ¿A qué altura estaban esas luces, abuela?

- Estaban cercanas a un pozo de agua y subían y bajaban, subían y bajaban…

- ¿Ustedes qué hicieron entonces?

-Como mi padre José tenía encima una faca[1] y Rubén un revólver, resolvieron ir a inspeccionar la zona porque temían que alguien quisiera robar las herramientas en la obra de la finca cercana. Pero fue insólito para ellos observar que no había absolutamente nada allí: solamente una oscuridad total en el lugar. Nos dijeron que estaba todo oscuro como “boca de lobo”.


Yo escuchaba con atención el relato de la abuela:


- ¡Está ahí, mirála!, le gritamos a José porque veíamos clarito desde lejos la luz, aunque ellos, estando más cerca, no veían nada. Pero Rubén repetía que no había nada mientras le decíamos que eso no podía ser porque nosotras estábamos viendo las luces.


Ciertamente, aunque ubicados en el lugar exacto donde se estaba produciendo el fantástico suceso, los valientes hombres no veían absolutamente nada: no veían ninguna fuente de luz y menos objetos que bajaran o subieran. Estaban sumidos en las sombras.


Después de haber inspeccionado la zona, regresaron desconcertados. Sin embargo, las damas los habían visto rodeados de luz y también habían visto en la casa aquellos objetos con antojadizos movimientos.


Por segunda vez esa noche, todos fueron testigos del mismo incidente y, aunque el fenómeno duró varios minutos, el intento de dar con aquellas luces resultó inútil.


Al día de hoy, 3/9/2023, Mirta y su madre Elena, no se encuentran entre nosotros. Un un cariñoso saludo a ellas, donde quiera que estén...

[1] Cuchillo de grandes dimensiones y con punta, que suele llevarse envainado.

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