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Nietzsche, los dueños de la salud y la enfermedad


...Un emisario llamado Ángello se acercó a mí en la Plaza Independencia de Montevideo comenzando un diálogo fortuito, pero seguramente planificado desde hacía mucho tiempo, vaya a saber uno, porque intrincados mecanismos del Plan Cósmico.


Parte de estos encuentros se hallan relatados someramente en el libro “Un ángel en la Plaza Independencia. Por el camino de perdón”, es un libro de distribución gratuita que se puede descargar fácilmente desde mi web: (Clic aquí)


En uno de mis encuentros con Ángello, una de las ideas que más me quedaron resonando fue la siguiente: “No se trata de sanar, se trata de no tener que enfermar”. Analicemos superficialmente esta premisa comenzando con la definición de salud:


En su constitución aprobada en 1948, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define “salud” como un estado de completo bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de enfermedad o dolencia.


La palabra “salud” proviene del latín “salutis”, salvación, esta definición se asocia a la suerte. La salud dependería de la fortuna, al estar salvado, un estado de plenitud y satisfacción utópico, que permanentemente se procura alcanzar, que nunca es suficiente. Esta acepción separa el estado de plenitud y satisfacción del ser humano ubicándolo en las afueras de su estructura.


Las concepciones platónicas han arraigado en nuestra cultura un concepto de espíritu perfecto e inmaculado, en las que éste es “una cosa” y el cuerpo otra: nuestro organismo es algo que hay que purificar, por lo tanto, hoy está sucio, sujeto a las pasiones y nacido del “pecado” original, que introdujo y potenció más tarde la religión cristina (no me refiero a la religión Crística). Son las mismas concepciones en las que Dios está afuera, perfecto e imposible de alcanzar, las que hacen de la salud algo no intrínseco al organismo humano, por lo tanto, también inalcanzable, utópico.


En esta dirección Descartes profundizó aún más el dualismo entre cuerpo y alma, y durante muchos siglos se sostuvo que la labor del médico era hacer todo lo que estaba en su mano, pero en última instancia la voluntad de Dios dispondría el resultado final.

Desde esta concepción, la salud como estado de plenitud total, se halla afuera, emanará del terapeuta, del médico y del medicamento, de la medicina que purga y mata lo que nos afecta (y lo que no también), de la cirugía que extirpa, de la sobredosis de vitaminas, etc.; por lo tanto, la salud no es un estado natural, intrínseco al ser humano, está fuera de él.


El concepto anterior se transformó en el caldo de cultivo ideal para las grandes multinacionales farmacéuticas: “El gasto en salud está creciendo más rápidamente que el resto de la economía mundial, y representa el 10% del producto interno bruto (PIB) mundial… El gasto sanitario está aumentando en promedio un 6% anual en comparación con un 4% en los países de ingresos altos… Los gobiernos se hacen cargo en término medio del 51% del gasto sanitario de un país, mientras que más del 35% del gasto sanitario por país se sufraga mediante pagos directos. Una consecuencia de ello es que cada año 100 millones de personas se ven sumidas en la pobreza extrema.” Fuente: OMS (20 de febrero de 2019. Comunicado de prensa. GINEBRA)


La degradación del aire, el agua y la tierra, la comida que consumimos producida en base a la industria agroquímica, organismos modificados genéticamente, mezcla de conservantes y colorantes, hormonas, pesticidas y otros inventos, sumado el stress de nuestras condiciones laborales y del hacinamiento al que llamamos vida en sociedad, son el origen de nuevas enfermedades y de la depresión de nuestro sistema inmunológico.


Así llegamos a la proliferación desmedida de “especialidades cada vez más especializadas”, de medicamentos, de terapias y terapeutas que intentan aliviar las dolencias del cuerpo sin transmutar sus causas, convirtiendo a la salud del ser humano en una utopía necesaria a los intereses de la medicina mercantil, tanto alopática como complementaria en algunos casos.


¿Por qué no estimular un proceso o estilo de vida, que en lugar de buscar la sanación estimule la salud, el no enfermar? Un proceso que estimule la salud, antes que el “tener que” sanar, ha de lograr una consecuencia favorable inmediata en el proceso de sanación, o por lo menos mejoraría la calidad de vida del paciente. Un sistema basado en la prevención, en la salud, antes que, en la disminución de los síntomas de la enfermedad, enfrentaría directamente al proyecto de sometimiento del sistema mercantil totalitario, comandado por las jerarquías de la oscuridad que intentan la servidumbre de la humanidad por medio de su ignorancia, de la pérdida de su conciencia.


Pero, a la concepción dualista de Descartes le salió al encuentro Spinoza. El filósofo neerlandés sostuvo y transmitió algo distinto: el alma estaba en el cuerpo, y el cuerpo en el alma, ambas cosas estaban integradas, o mejor, que ambas eran uno. Básicamente para Baruch de Spinoza lo sagrado es toda la naturaleza en sí misma, esto básicamente quiere decir que Todo es Dios.


Este concepto fue tomado por Albert Einstein, declarando en multitud de ocasiones cuando le preguntaban sobre su credo, él respondía: "creo en el Dios de Spinoza".

Volviendo a la definición de “salud” y teniendo en cuenta lo antes dicho, hay una acepción alternativa. En latín ese término se elevó más tarde a la categoría de diosa: “Salus”, cuya raíz es el adjetivo “salvus”, su étimo en sanscrito es “sárbah”, que significa “entero”, y en griego “hólos”, “entero” o “total”, origen de la palabra holístico.


Es necesario estar “entero” para afrontar los requerimientos que el medio ambiente nos exige. Nuestro cuerpo, nuestra mente y energía, hoy en día, se debaten en exigencias distintas, estamos sumergidos, la gran mayoría de nosotros, en un medio ambiente cuasi artificial, que demanda un superávit de nuestro sistema inmunológico para mantener nuestra salud que generaciones anteriores no requerían.


“La salud, según Georges Canguilhem, no es más que este superávit de recursos que permite al ser vivo responder a las infidelidades del medio ambiente. Gozar de buena salud, dice, es poder abusar impunemente de la propia salud. La enfermedad y la muerte sobrevienen cuando no queda margen y las exigencias del medio cambian o aumentan”. Michel Tournier. El espejo de las ideas. Barcelona: El Acantilado; 2000. p. 35-7.


Es la enfermedad la que ha llamado a la reflexión sobre la salud, para Nietzsche estar enfermo es más instructivo que estar sano, el aprendizaje, en un 50% proviene de la adversidad, y el otro 50% de la asociación de ideas; por lo tanto, para el filósofo, lo que nos enferma es más necesario que lo que nos sana. 


En muchos ámbitos de las medicinas, la enfermedad se ha considerado una suerte de castigo al pecado, a la culpa, identificándola con el karma, con la contaminación; como consecuencia el sanador se convierte en maestro (y casi sacerdote) que modifica la dirección causante del “castigo”. Pero no siempre la enfermedad obedece a un karma, o es producto de la contaminación, a veces “simplemente” se trata de aprendizaje. Los árboles de hoja caduca no “pagan karma”, cuando sus hojas se resecan y caen al suelo en cada invierno.


Así, el doliente busca la causa de su enfermedad y el “sacerdote” le señala: “eres tú mismo”. Busca entonces la etiología para atenuar la dolencia por dos sendas: por el placebo de la vía afectiva y por el suministro de la medicina.


La medicina se centra en la pesquisa y tratamiento de elementos etiológicos tales como genéticos, nutricionales, emocionales, tóxicos, parasitarios, infecciosos, energéticos… Entonces las medicinas salen al cruce con vitaminas, complementos, antialérgicos, antibióticos, analgésicos, purgantes, plantas y demás…


Actualmente la neurofisiología y neurocuántica permiten convalidar las ideas de Nietzsche en cuanto a la integración de elementos ambientales en el ser humano por medio de procesos cerebrales.


En 2010, el físico Vlatko Vedral publicó en Oxford una obra titulada “Descodificando la realidad”, Biblioteca Buridan, 2010. Vedral afirma en su obra que el universo no estaría compuesto de materia ni energía sino de información. Es decir que, como lo manifiestan las siete leyes universales: “El Todo es mente, el universo es mental”.


Estos procesos modifican las redes neuronales asimilando el modelo de información, creando las conexiones necesarias y los procesos bioquímicos concomitantes que se apropian del organismo para mantener su salud o enfermar.


El criterio de verdad del cerebro depende de lo aprendido, de creencias, de las emociones; lo que se percibe y se siente como real será obedecido por el ser biológico, la enfermedad es información (como un virus en una computadora) que ha sido integrada a nuestra biología por aprendizaje y resonancia.

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