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"Ellos" nos observan: aunque no compartamos el mismo barco


Realmente fantástico y emotivo el despliegue realizado por las autoridades uruguayas para repatriar a los cruceristas del “Greg Mortimer” a su país de origen. El Greg Mortimer, con bandera de Bahamas, zarpó el 15 de marzo de Ushuaia, de dónde tenía previsto dirigirse a las Islas Malvinas, a las Islas Georgias del Sur y después navegar por la costa de la Península Antártica durante 21 días, todo esto a un costo de US$25.000p/p, de acuerdo con la web de la naviera Aurora Expeditions[1]. Fueron trasladados a su país en un vuelo chárter contratado por los seguros médicos de los tripulantes.


Pero no todos estamos en el “mismo barco”. Compartimos la misma tormenta, pero no el mismo barco; existen seres humanos que no cuentan con 3 metros cuadrados para plantar unas zanahorias, y otros no saben si mañana podrán comprar 1Kg de fideos gracias a su propio esfuerzo. Algunos tenemos la ventura de usar este momento para interiorizar, hacer deporte, meditar, o realizar teletrabajo, y lo digo con un poco de vergüenza pues soy uno de los afortunados…


Así es, hay barcos que naufragarán antes, otros después y otros, (muy pocos), nunca naufragarán…


Los tripulantes de estos últimos barcos ya están garantizando su vida fuera de este planeta, cuando la colonización interplanetaria les asegure una mansión fuera de nuestra atmosfera, quizás, cuando el egoísmo de unos pocos (y la falta de organización y reacción de los más vulnerables) sea la causa del consumo total de los recursos naturales de nuestra tierra, entre ellos el agua.


No es una pregunta estúpida… ¿en que radica la importancia del agua en nuestro planeta?, en la permanencia de la vida… ¿y no es la salud el “recurso natural” por antonomasia más importante? Respuesta: así es, y del que multinacionales farmacéuticas intentan apodérese; antes de que exista una batalla global por el agua, quizás la habrá por la salud, es decir, por la permanencia de la vida.


Pero la tierra es un organismo vivo, y por lo tanto cuenta con su propio sistema inmunológico capaz de defenderla de la indiferencia de algunos y la demencia de otros. ¿A qué grupo perteneces tú?


No quiero patalear en las redes, quiero reunirme contigo, verte a la cara, debemos organizarnos.


Algunos ven con preocupación como se comen los ahorros que tenían depositados, otros deben comenzar a salir para revolver contendores de basura, otros comienzan a pensar como “vender” su dignidad hoy, para alimentar a sus hijos mañana…

No quiero esto para mi planeta.


Si, todos tenemos necesidades y percepciones distintas: para algunos la soledad se hace insoportable, para otros la compañía. Otros han visto resucitar “elementos interiores” que creían superados. Algunos saldrán fortalecidos si las condiciones les fueron favorables y otros saldrán con el alma destrozada.


Alguien me comentaba que su interior se estaba transformando en un “caldero”, así es, como sea que salgamos de esta, el atanor alquímico interior habrá provocado las transmutaciones más trascendentales en algunos, y las mutaciones más complejas en otros. Pero, a pesar de esto, es necesarios que todos afloremos unidos.


No existe iniciación que no provenga del caos, y las zozobras que actualmente está padeciendo nuestra humanidad en este mar tempestuoso, conducirán a la deslegitimación colectiva de las instituciones sostenidas por el sistema mercantil totalitario, por ejemplo, lo que está sucediendo actualmente con la Organización Mundial de la Salud.


Los colectivos estamos tomando conciencia de que vivimos en una estructura social obsoleta, que no es amigable con el medio ambiente ni con la caracterización del ser humano actual, un ser humano que se expresa desde el colectivo, en armonía con la naturaleza, sin líderes ni estructuras piramidales que limiten su expansión. Llegará el tiempo en que la sabiduría florecida desde la experiencia sustituya a la maniobra política.


Estamos asistiendo no solo a una crisis capitalista, sino también ideológica y espiritual. En efecto, este es el momento de la catastro-fe anunciada desde antaño, (y la campana que debe resonar se encuentra en nuestro interior) Se trata de una autoevaluación de la fe, pero no en un sentido religioso, sino, en la convicción plena de lo que el ser humano es capaz de conquistar en los momentos más difíciles, mas no solamente desde lo individual, sino desde lo colectivo.


Como siempre, el sistema mercantil totalitario favorece a una minoría y de esa minoría, a la mayoría le importa un comino la supervivencia planetaria. Efectivamente, la conservación del plantea se halla en manos de quienes quieren plantar la tierra con su propio esfuerzo.


¿Cómo fue que comenzamos a darle mayor significación al precio antes que al valor? ¿Cómo es posible que la salud humana sea mensurada por un rango de precios y muchos mueran por no poder acceder a la medicina? ¿Como es posible que hayamos identificado el “poder” adquisitivo, el “poder” de compra, con la felicidad?


La cultura patriarcal que prioriza la competencia y la depredación antes que la compasión, el abuso antes que el uso sostenido en la comprensión de la realidad condujo a que transfiguremos la noción de valor por la de precio.

Y así, la “cultura del precio”, condujo al desprecio de los valores humanos intrínsecos más importantes. Se han tirado miles de litros de leche, frutas y otros alimentos para que los precios no decaigan, ignorando el hambre del prójimo.


La solución a los problemas causados por el sistema mercantil totalitario, (por medio del cual, por ejemplo, ejercemos una industrialización infinita en un medio ambiente finito) no provendrá de la lógica aplicada por las “ciencias económicas” sino de la colaboración, de la compasión, de valores que provienen de una conciencia matrística, de una conciencia que priorice la vida, antes que nada.


Transmutar una sociedad hija del sistema mercantil totalitario dependiente de lo manufacturado, no será pan comido en tanto y en cuanto no haya una expansión de la conciencia. La autosustentabilidad debe ser efecto de una expansión de conciencia, de un renacimiento que algunos designamos en su momento como “cristificación colectiva” y este es el tiempo indicado para lograrlo.


No hay nada, que yo sepa, que el sistema mercantil totalitario no haya tocado: la salud, la religión, la mística, hasta las relaciones de pareja se fundamentan en un interés de progreso económico, social y egoico en muchos casos, perdiendo valor y dignidad humana.


Así, una sociedad fundada en cimientos de arena construida en función al precio y no al valor (de valores), no puede sostener una “pandemia” por más de cuarenta días, pues el sistema sostenido por la economía debe ser realimentado, de lo contrario, es más fácil morir de hambre antes que por un virus.


Este es el comienzo, pero ante ello debemos encontrar alternativas que no provengan del propio sistema: "No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando fueron creados." Albert Einstein.


Lo que sucedió hace 2000 años cuando un hombre, (un revolucionario espiritual) expulsó a los mercaderes del templo, hoy tiene que suceder a nivel colectivo: revolucionarios del espíritu, deberemos “expulsar a los mercaderes” del templo que llamamos planeta tierra.


Es necesaria una expansión de conciencia que tendrá como consecuencia pensar en una humanidad desde la construcción colectiva, donde los productos del esfuerzo intelectual o material no sean mensurados en función al interés individual de acumular más de lo necesario en cualquiera de sus formas.


Todo lo que se nos solicitó por parte de los hermanos del cosmos, era real. El “Libro de los de las Vestiduras Blancas” es real, no solo se halla en nuestra genética, o es una cuestión simbólica, las comunidades de base que nos instaban a crear eran reales, no solo “comunidades mentales”.


Para este momento se nos solicitó la creación de estas comunidades de base autosustentables, entre otras ventajas también, como una medida de sanidad y profilaxis humana y planetaria.

Por la vía de los hechos en el futuro, los colectivos deberemos descender de los rascacielos de concreto y soberbia, para retornar a los árboles y los ríos.


Debemos estar preparados para recordar una historia que hará temblar nuestro sistema de creencias actual y la integración de nuevos paradigmas. Por ejemplo, debemos reconocer que la caída del ser humano en el “pecado original”, manifestado en algunos libros sagrados, causó en realidad una trascendencia que le permitió verse desnudo, tomar conciencia de su “estado”, tomar contacto con su ser multidimensional para comenzar su proceso evolutivo.


Mientras vivimos en una cuarentena planetaria donde hasta los observatorios astronómicos están impedidos de mirar al cielo, fluctúa el campo magnético y eléctrico terrestre (y también el humano), seres de otros mundos están observando nuestro proceso a la distancia, desde lo sucedido en el “Greg Mortimer” en Uruguay, hasta las meditaciones colectivas mundiales. Por otro lado, además, una batalla se está gestando en los cielos en procura de que algunos seres atrapados en calidad de deportados puedan ser liberados de este planeta.


Ciertamente, el ser humano en este momento histórico de renacimiento debe laborar en un cuestionamiento trascendental: Debemos actuar como agente de sanación y guía de civilizaciones que en otro momento fueron nuestros propios tutores, pero antes de sanar a otros debemos sanarnos a nosotros mismos y el “cómo lo haremos”, provendrá seguramente de responder (en primera instancia) a la siguiente interrogante ¿Qué humanidad queremos de aquí en más?

[1] https://www.auroraexpeditions.com.au/expedition/falklands-south-georgia-antarctic-peninsula/

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