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El rescate de Pedro, el discípulo de Jesús.

Actualizado: 8 ene 2023


Uno de los recuerdos más gratos que guardo de mi abuelo fue cuando me regaló una “Santa Biblia”, en la antigua versión de Casiodoro de Reina de 1569 y revisada por Valera en 1960. Me la obsequió cuando yo tenía siete años. Sus tapas duras forradas en tela color carmesí, el título en el lomo de color dorado y sus muy finas hojas, le otorgaban un aire solemne y místico al antiguo libro.


Muchísimas madrugadas me descubrieron deslizando sus hojas de un lugar a otro, estableciendo relaciones que me sorprendían, descubriendo fantásticos relatos, que finalmente, comprendo que algunos no eran tan fantásticos, sino que forman parte de una realidad con la cual muchos de nosotros hemos perdido contacto.


Algunos de los insólitos relatos que leía en el libro, hacían referencia a objetos luminosos que seguían al pueblo escogido durante su travesía por el desierto, desapariciones misteriosas como las de Elías, pero, además, acontecimientos inexplicables relacionados a los “mensajeros de dios”: los ángeles; y así, las respuestas que creía obtener se transformaban en más preguntas.


La palabra “ángel” proviene del hebreo “mal’ak” y en griego es “angelos” que significa mensajero, lo cual se halla en la Biblia como un enviado que puede ser en ocasiones humano o celestial.


Una extraordinaria e insólita intervención de un ángel ocurre en el rescate de Pedro durante su encarcelamiento por órdenes de Herodes. Vemos Hechos 12:5-11:


“Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.

Y cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel.

Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos."


Si tomamos este relato como real, debió ser un portento asombroso el hecho de que alguien pudiera sortear a los soldados romanos, iluminar a todo el recinto en una época en la cual no existía linternas y ni siquiera era conocida la energía eléctrica, y para colmo, que las cadenas cayeran por su propio peso y la puerta se abriera misteriosamente como veremos más adelante.


"Le dijo el ángel: Cíñete, y átate las sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme.

Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía una visión.

Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él.

Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba.

Pero algo me llamó poderosamente la atención en estas líneas bíblicas: “Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo…”.


Durante toda la peripecia del rescate Pedro estuvo “fuera de sí”, y sabiendo reconocer la diferencia entre un estado de vigilia y su extraño “fuera de sí”, debe rendirse ante los hechos de la insólita experiencia de haber sido liberado de una forma imposible. En ese estado “fuera de sí” suceden acontecimientos que desafían a la física clásica:


a- Un enviado puede ingresar a rescatar a Pedro sin ser visto por los soldados de Herodes.

b- Una luz resplandece en la cárcel.

c- Dos cadenas, con las que fue inmovilizado Pedro, se caen por peso propio.

d- Él y su ángel salvador son invisibles ante los ojos de dos guardias romanas.

e- Una puerta de hierro se abrió por sí misma.


El relato del texto bíblico —a mi entender— carecía por completo de imágenes alegóricas o literarias, bellas representaciones o impactantes analogías, ¿se trataba efectivamente de una experiencia real?

En lugar de conclusiones, más dudas se abalanzaron sobre mi como intentando despertarme a una realidad que desconocía. Sin saberlo, dormía sobre creencias bien enraizadas, incuestionables hasta el punto de no poder ver más allá de lo inculcado. ¿En qué estado se hallaban ambos como para ver todo iluminado? Así como las cadenas cayeron de sus manos ¿la puerta se abrió, o la atravesaron sin mayores inconvenientes? Necesitaría mucho tiempo para que más tarde pudiera comprender de que se trataba todo esto.


El texto bíblico está plagado de estas manifestaciones de poder, con el que los elementos de la naturaleza son dominados con una precisión asombrosa, retando a las leyes naturales y a la imaginación más fértil.


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