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Dolor, placer y pecado a la luz de la luna

Actualizado: 8 ene 2023

…Y yo ahí, sumergido entre los cerros de piedra próximo a la ciudad de Aiguá, Uruguay. El fuego crepitaba y la luna me miraba mientras despertaba asomándose por el horizonte.

La mantralización del Om sagrado me condujo nuevamente a Él, precisamente a su nacimiento; el nacimiento del hombre que marcó nuestra historia de la forma más profunda e imperecedera.


De una forma o de otra, su legado siento —y lo sé—, continúa de forma inmaculada en nuestra genética desde el momento en que trascendió en la cruz. Unos puntos de luz, entes, o cuantos, emergieron de su corazón en el preciso instante de su muerte.


Estos “cuantos” lograron quitar a la humanidad de su automatismo, de su inconciencia activa, se había producido un llamado al despertar colectivo de la humanidad.


Pero esta conquista había tenido un precio; un precio que fue pagado con el sacrificio, con el dolor del abandono, de la incomprensión, de la soledad, la flagelación, y de muchas cosas más…”.


Estas palabras emergieron ajenas a mis propios pensamientos, no estaba solo, alguien o algo también era iluminado por el mismo fuego que yo…


Parece contradictorio, ¿Cómo el dolor puede asistir a una expansión de la conciencia, si en la mayoría de los seres humanos el placer acompaña a esta vivencia?


La pregunta queda solamente planteada —por ahora—. Lo cierto es que el Ser Humano direcciona sus acciones a aquello que le proporcione más vida y el movimiento hacia la vida es una acción placentera, que lo expande hacia las dimensiones internas y externas, le permite entrar en contacto de una forma mas profunda con su medio ambiente, del cual el cuerpo —o soma—, la mente —o la psiquis— y el espíritu forman parte.


Desde la arquitectura se aprecian los grandes muros, las ventanas pequeñas, la persecución de los primeros cristianos, la “santa inquisición” en la edad media, el holocausto judío…


Para el erudito antroposofista Rudolf Steiner el Kali Yuga —Era de las tinieblas— acabó en 1900.


Pero la era de acuario, viene marcada de una forma distinta, el cuerpo no es la causa del pecado, tampoco el cuerpo no es distinto del espíritu, no "somos seres espirituales viviendo una experiencia humana", —palabras de Pierre Teilhard de Chardin, sacerdote jesuita nacido en 1881—, somos simplemente humanos viviendo una experiencia también humana.


En la era de acuario, en la era de la luz, el Ser Humano rompe con la perpetuación del sentimiento de culpa, la cadena del “pecado original”, —con el cual se anuncia la muerte desde el instante preciso de la concepción— se rompe la condena ancestral y el ser humano se libera, abraza a la vida y se dirige a ella sostenido por la ética y la responsabilidad que parte de su interior, y no de la culpa y el juzgamiento que provienen desde su exterior.


¿Qué fuerzas misteriosas condujeron a que en la era de piscis el dolor fuera el camino a la trascendencia? Algo no me cuadraba… La luna me hizo un guiño cómplice, ella lo sabía, y Él también…


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